martes, 14 de octubre de 2025

Las olas gigantes y amenazantes

 Mujer Venezuela

Sueño:

El sueño inicia a media tarde. Soy adolescente y vamos en el auto que tenía mi padre cuando yo era adolescente, un Malibú Classic año 1980, color blanco; papá, mamá y yo. Circulamos por la costanera del Paseo Guaraguao, al oeste de la isla, en Porlamar y se escucha el mar rugir con muchas olas; en un momento, el auto se detiene y papá constata una avería que no nos permitirá avanzar.  Deciden él y mamá salir a buscar ayuda dejándome dentro del auto. El mar comienza a elevarse y rugir más alto. Decido bajarme del auto, colocándome a un lado de este, cuando diviso en la vía venir a mi abuelo Eloy (mi abuelo materno fallecido en 1970) en  su auto Renault vinotinto y se detiene sonriendo para saludarme. Yo me alegro mucho al verlo. El baja de su auto portando una olla grande con comida, me estrecha fuertemente las manos y se marcha. 

Mis padres no regresan y el mar comienza a agitarse más y más cada vez al punto de que se elevan las olas, acercándose a la playa, tornándose de color negro, pero transparentes, dejando ver lo que arrastran con ellas; muchos objetos y muebles. Decido correr (he de aclarar que en ningún momento siento miedo).  Corro buscando un lugar alto al cual treparme para que no me alcancen las olas, pero no siento miedo o angustia. El sonido del mar se va haciendo magnánimo, envolvente, avasallador. Lo escucho con intensidad, in crescendo. 

Me dirijo hacia una colina con edificios, los mismos están vacíos, en ellos busco incesante a tía Alfonsina (la mayor de mis tías paternas, quien es uno de los vínculos más importantes de mi vida) pero no la encuentro. Continuo hacia lo más alto de la colina mientras anochece y decido dirigirme a una de las terrazas de los edificios en donde se refugia gran cantidad de gente. Entre la multitud reconozco a papá, ya no con la fisonomía de cuando era adolescente al inicio del sueño y a tío Carlos; hermano de papá, otro de mis vínculos afectivos, guía inspiradora puntual de mi historia personal (ambos fallecidos actualmente). Me sonríen, pero solo se acerca a mí, tío Carlos trayendo en manos una ventana grande rectangular. Me toma de la mano y me la entrega diciéndome que me asome a ella para que vea que la luna está llena. Para el momento ya es de noche y todo se vuelve oscuro y gris. Las olas han tomado a la isla y todo comienza a estar bajo las aguas. Yo corro de nuevo y me dirijo hacia La Asunción que es la parte más alta de la isla, buscando refugio en el estadio del lugar y subo las gradas más altas. Ya no puedo correr más; me resigno entonces a mirar como empieza a inundarse todo a mi alrededor. 

Finalmente, ante mí se presenta una ola gigante, poderosa, amenazante; ya no hay escapatoria para mí. Me siento en las gradas frente an ella a esperar que me arrase sin oponer resistencia. Todo está oscuro, veo que en mi mano tengo una cantimplora, pero la misma está vacía y en ese momento solo me preocupa que después de que todo pase, no tendré agua para beber. 

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